CON LA LLEGADA DE LA SEMANA SANTA, COMIENZA A FUNCIONAR EL ENGRANAJE QUE HARÁ POSIBLE LA REPRESENTACIÓN DE LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS. ENTRE LAS PERSONAS QUE HACEN POSIBLE EL DESARROLLO DE ESTOS ACTOS RELIGIOSOS SE ENCUENTRAN MULTITUD DE GAYS Y LESBIANAS CREYENTES, QUE RECONOCEN ANTE EL RESTO DE LA SOCIEDAD Y DEL PROPIO COLECTIVO SU FERVOR RELIGIOSO; NO EXENTO DE POLÉMICA, POR LO QUE ¿ES COMPATIBLE SER GAY Y CRISTIANO?
Por DAVID GARVA
El escritor Miguel Manrique lo tiene claro y asegura: “Sin ningún género de dudas y en mi novela lo demuestro. Mi personaje no abjura, ni por un momento, de ninguna de sus dos condiciones: homosexual, porque así se lo dictan sus neuronas y creyente porque así se lo ordena su espíritu, algo situado en un más allá que sólo comprenderemos el día de la muerte.”
Manrique es el responsable de la novela Soy gay por la gracia de Dios, en la que narra la accidentada vida del padre Carlos, un todavía joven y atractivo párroco capaz de encender las más ardientes pasiones en los corazones de sus feligresas y feligreses. En desacuerdo con ciertos preceptos de la Iglesia, que considera meras invenciones de ésta para su beneficio propio, el tierno y sugerente párroco acabará, no por colgar los hábitos, sino por arremangárselos. Por esta razón, Manrique asegura que el lector encontrará a un personaje íntegro, delicado pero fuerte, honesto consigo mismo y con los demás. Sobre todo cumplidor con Dios, pues es un creyente a machamartillo.
En este sentido, Manrique afirma que el papel de la fe en el sacerdote representa todo, absolutamente todo. Se confiesa un obrero de Cristo. Alguien que obedece su mandato. Cristo le ha ordenado que se sacrifique por seres marginales que desean dejar ese mundo atroz, tales como drogadictos, prostitutas y delincuentes.
Finalmente, al preguntarle sobre la posible existencia de gays en la sociedad eclesiástica, Manrique comenta: “Supongo que sí, como en toda colectividad. La homosexualidad es una condición natural en el ser humano; se nace y se muere homosexual. Y la Iglesia Católica debería tomar nota de ello; pero no me corresponde a mí el hacerlo sino a su jefe, don Joseph Ratzinger.”
Por su parte, la escritora Madol Farrés nos presenta Esa hora tan quieta que muestra una historia de amor entre dos frailes agustinos en plena Edad Media. La trama cobra realismo cuando entre ellos surge el deseo y el amor se debaten entre la atracción que sienten y su conciencia religiosa. Por ello, la autora comenta: “Puede suceder que el lector se conmueva, goce, sufra, llore desesperadamente y se ría a carcajadas. Porqué así es la vida, una fuente repleta de alimentos: unos saben a dulce y otros a hiel.” En este sentido, los frailes tendrán que hacer frente al mal de amor para el que Farrés asegura no tener cura y puntualiza que de haberlo habido, está segura que Galzeran y Berenguer no lo hubieran tomado. Hubieran preferido seguir sintiendo el dolor lacerante del enamoramiento.
Al reflexionar sobre si en la actualidad podría darse algún caso de amor entre frailes, Farrés afirma: “Y se da. Parece mentira, pero el amor fiel, valiente y profundo existe. Lo han experimentado unos pocos privilegiados de todas las épocas y de todas las orientaciones sexuales.”
La realidad supera en muchos casos a la ficción. Por este motivo, si formulamos de nuevo la pregunta, encontramos a personas como Gwénaël, miembro de ACGIL (Associació Cristiana de Gais i Lesbianes), quien al descubrir su homosexualidad asegura: “la primera reacción que tuve fue engañarme a mí mismo, que es una forma de negarse uno cómo es. Pensaba que era algo pasajero, algo de la adolescencia. Al confirmar que sólo me atraían los chicos, lo viví inicialmente como una desgracia y me prometí durante un par de años más, que ni me casaría nunca con ninguna chica, ni saldría con ningún chico en toda mi vida, y que a nadie le diría que era gay. Obviamente me di cuenta de que esa situación era totalmente insostenible y fue cuando me vine a España, aprovechando una oportunidad de intercambio universitario. Entonces fue como empezar otra vida.”
Asimismo, Gwénaël asegura la importancia de encontrar apoyo en el entorno más cercano, por esta razón, relata: “expliqué mi situación a mi compañero en la uni¬versidad y luego a más amigos, todos heterosexuales sin embargo. Lo fueron entendiendo y me apoyaron tanto como pudieron aunque me faltaba encontrar gente gay con quien compartir mis vivencias. Una vez seguro de mí mismo, y con un buen recorrido de aceptación hecho, entré en ACGIL, donde encontré ese otro pilar de apoyo que necesitaba. L’ACGIL me permitía a la vez conocer a gente homosexual y compartir la fe de manera más estable, ya que siempre había estado activo en movimientos de Iglesia. Volví a descubrir un mensaje de Jesús mucho más atractivo y sobre todo mucho más coherente del que me habían enseñado en mi infancia.”
Sobre la forma de vivir la fe, Gwénaël reconoce que ir a la iglesia responde a una necesidad de compartir la fe con los demás, con la comunidad de cristianos. En este sentido, puntualiza: “El problema se plantea cuando en la comunidad donde sueles ir, tu parroquia, no te sientes integrado o peor, te sientes rechazado como cristia¬no gay.” Este es el principal motivo por el que gays y lesbianas se pueden sentir rechazados, aunque en su caso, Gwénaël asegura: “A mí personalmente ya no me afecta. Me aburre oír siempre el mismo discurso que suena como un disco rallado y que no aporta nada nuevo. Pero hay mucha gente que se siente dolida, herida, discriminada, revuelta. Estar convencido, como cristiano, de que Dios te ama tal como eres, es fundamental a la hora de aceptarse como gay, y te da fuerzas para compaginar tu fe y tu orientación sexual.”
Finalmente, Gwénaël reconoce la labor de ACGIL, sobre la que comenta: “es como un oasis de libertad donde puedes hablar de cuestiones que son muy importantes e íntimas (tanto para la sexualidad como para la fe) para ti. Este clima de confianza se traduce en las celebraciones que organizamos cada mes, ya que las oraciones son especialmente vividas (incluso nos lo dice también gente de fuera de la asociación que también asiste).” Además, puntualiza: “L’ACGIL me ha hecho conocer enseguida muchísima gente gay y lesbiana dentro y fuera de la asociación y ha sido el inicio de otra etapa en mi vida, activa en el colectivo LGTB. Me ha impactado también descubrir esa riqueza humana que hay dentro de la asociación, y por extensión en el asociacionismo LGTB.”
Con respecto a la relación entre homosexualidad y religión, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) organizó a mediados de febrero en Toledo el II Encuentro Estatal de de Asuntos Religiosos, cuyos objetivos están relacionados con el desarrollo de un espacio que potencie la comunicación y el intercambio de ideas y experiencias, así como potenciar la presencia y el conocimiento de la diversidad de este colectivo así como aportar otra visión de la religiosidad, enriqueciendo el discurso de forma incluyente hacia realidades sociales discriminadas dentro y fuera de las comunidades religiosas.
Por DAVID GARVA
El escritor Miguel Manrique lo tiene claro y asegura: “Sin ningún género de dudas y en mi novela lo demuestro. Mi personaje no abjura, ni por un momento, de ninguna de sus dos condiciones: homosexual, porque así se lo dictan sus neuronas y creyente porque así se lo ordena su espíritu, algo situado en un más allá que sólo comprenderemos el día de la muerte.”
Manrique es el responsable de la novela Soy gay por la gracia de Dios, en la que narra la accidentada vida del padre Carlos, un todavía joven y atractivo párroco capaz de encender las más ardientes pasiones en los corazones de sus feligresas y feligreses. En desacuerdo con ciertos preceptos de la Iglesia, que considera meras invenciones de ésta para su beneficio propio, el tierno y sugerente párroco acabará, no por colgar los hábitos, sino por arremangárselos. Por esta razón, Manrique asegura que el lector encontrará a un personaje íntegro, delicado pero fuerte, honesto consigo mismo y con los demás. Sobre todo cumplidor con Dios, pues es un creyente a machamartillo.
En este sentido, Manrique afirma que el papel de la fe en el sacerdote representa todo, absolutamente todo. Se confiesa un obrero de Cristo. Alguien que obedece su mandato. Cristo le ha ordenado que se sacrifique por seres marginales que desean dejar ese mundo atroz, tales como drogadictos, prostitutas y delincuentes.
Finalmente, al preguntarle sobre la posible existencia de gays en la sociedad eclesiástica, Manrique comenta: “Supongo que sí, como en toda colectividad. La homosexualidad es una condición natural en el ser humano; se nace y se muere homosexual. Y la Iglesia Católica debería tomar nota de ello; pero no me corresponde a mí el hacerlo sino a su jefe, don Joseph Ratzinger.”
Por su parte, la escritora Madol Farrés nos presenta Esa hora tan quieta que muestra una historia de amor entre dos frailes agustinos en plena Edad Media. La trama cobra realismo cuando entre ellos surge el deseo y el amor se debaten entre la atracción que sienten y su conciencia religiosa. Por ello, la autora comenta: “Puede suceder que el lector se conmueva, goce, sufra, llore desesperadamente y se ría a carcajadas. Porqué así es la vida, una fuente repleta de alimentos: unos saben a dulce y otros a hiel.” En este sentido, los frailes tendrán que hacer frente al mal de amor para el que Farrés asegura no tener cura y puntualiza que de haberlo habido, está segura que Galzeran y Berenguer no lo hubieran tomado. Hubieran preferido seguir sintiendo el dolor lacerante del enamoramiento.
Al reflexionar sobre si en la actualidad podría darse algún caso de amor entre frailes, Farrés afirma: “Y se da. Parece mentira, pero el amor fiel, valiente y profundo existe. Lo han experimentado unos pocos privilegiados de todas las épocas y de todas las orientaciones sexuales.”
La realidad supera en muchos casos a la ficción. Por este motivo, si formulamos de nuevo la pregunta, encontramos a personas como Gwénaël, miembro de ACGIL (Associació Cristiana de Gais i Lesbianes), quien al descubrir su homosexualidad asegura: “la primera reacción que tuve fue engañarme a mí mismo, que es una forma de negarse uno cómo es. Pensaba que era algo pasajero, algo de la adolescencia. Al confirmar que sólo me atraían los chicos, lo viví inicialmente como una desgracia y me prometí durante un par de años más, que ni me casaría nunca con ninguna chica, ni saldría con ningún chico en toda mi vida, y que a nadie le diría que era gay. Obviamente me di cuenta de que esa situación era totalmente insostenible y fue cuando me vine a España, aprovechando una oportunidad de intercambio universitario. Entonces fue como empezar otra vida.”
Asimismo, Gwénaël asegura la importancia de encontrar apoyo en el entorno más cercano, por esta razón, relata: “expliqué mi situación a mi compañero en la uni¬versidad y luego a más amigos, todos heterosexuales sin embargo. Lo fueron entendiendo y me apoyaron tanto como pudieron aunque me faltaba encontrar gente gay con quien compartir mis vivencias. Una vez seguro de mí mismo, y con un buen recorrido de aceptación hecho, entré en ACGIL, donde encontré ese otro pilar de apoyo que necesitaba. L’ACGIL me permitía a la vez conocer a gente homosexual y compartir la fe de manera más estable, ya que siempre había estado activo en movimientos de Iglesia. Volví a descubrir un mensaje de Jesús mucho más atractivo y sobre todo mucho más coherente del que me habían enseñado en mi infancia.”
Sobre la forma de vivir la fe, Gwénaël reconoce que ir a la iglesia responde a una necesidad de compartir la fe con los demás, con la comunidad de cristianos. En este sentido, puntualiza: “El problema se plantea cuando en la comunidad donde sueles ir, tu parroquia, no te sientes integrado o peor, te sientes rechazado como cristia¬no gay.” Este es el principal motivo por el que gays y lesbianas se pueden sentir rechazados, aunque en su caso, Gwénaël asegura: “A mí personalmente ya no me afecta. Me aburre oír siempre el mismo discurso que suena como un disco rallado y que no aporta nada nuevo. Pero hay mucha gente que se siente dolida, herida, discriminada, revuelta. Estar convencido, como cristiano, de que Dios te ama tal como eres, es fundamental a la hora de aceptarse como gay, y te da fuerzas para compaginar tu fe y tu orientación sexual.”
Finalmente, Gwénaël reconoce la labor de ACGIL, sobre la que comenta: “es como un oasis de libertad donde puedes hablar de cuestiones que son muy importantes e íntimas (tanto para la sexualidad como para la fe) para ti. Este clima de confianza se traduce en las celebraciones que organizamos cada mes, ya que las oraciones son especialmente vividas (incluso nos lo dice también gente de fuera de la asociación que también asiste).” Además, puntualiza: “L’ACGIL me ha hecho conocer enseguida muchísima gente gay y lesbiana dentro y fuera de la asociación y ha sido el inicio de otra etapa en mi vida, activa en el colectivo LGTB. Me ha impactado también descubrir esa riqueza humana que hay dentro de la asociación, y por extensión en el asociacionismo LGTB.”
Con respecto a la relación entre homosexualidad y religión, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) organizó a mediados de febrero en Toledo el II Encuentro Estatal de de Asuntos Religiosos, cuyos objetivos están relacionados con el desarrollo de un espacio que potencie la comunicación y el intercambio de ideas y experiencias, así como potenciar la presencia y el conocimiento de la diversidad de este colectivo así como aportar otra visión de la religiosidad, enriqueciendo el discurso de forma incluyente hacia realidades sociales discriminadas dentro y fuera de las comunidades religiosas.
GARVA, D., "Gay y religión ¿Compatibles?" en revista Moxow, nº 31, marzo, 2010, p. 24. Disponible: http://flipflashpages.uniflip.com/2/4985/52798/pub/
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