"SOLO" por Miguel G.
Hoy es veinticuatro de Diciembre y estoy solo. Esta es la primera Navidad que paso sin mi familia. Paseo mi fría amargura por la escarchada noche. La nieve hiela mi cara, pero no mi alma. Noto como el frío corta mis labios, como los agrieta sin que yo pueda impedirlo. Al igual que mi soledad, es algo imposible de impedir. Desearía no poder sentir, ni vivir, ni pensar en este momento. Esta noche nada me parece que valga la pena. Una verdadera lástima.
La multitud me rodea, pero nunca en mi vida me he sentido tan solo. Miradas anónimas me apuñalan con sonrisas que no consiguen desangrar mi tristeza. Cada abrazo, cada beso, cada muestra de júbilo me hace daño. Me hace daño pero no me mata, que es lo que me gustaría, solo me tortura. Quiero dejar de sufrir, al menos hoy. Al menos por esta noche. Aunque sea durante un rato. Me siento como aquel animalito indefenso que ha sido batido en caza y se desangra mientras el perro de su verdugo, ladra alrededor, esperando que su dueño llegue para darle fin. Esos minutos son extensos, eternos, infinitos... como esta noche. La angustia es dolorosa porque el dolor es angustioso. Simbiosis maligna. Siameses separados al nacer para volver a unirse en lo que yo creo que es el morir.
Parece que aprieta el frío. La multitud me rodea. Su alegría me recuerda que la mía me ha abandonado. No se cuando, ni en qué momento, pero lo ha hecho. El amigo felicidad hoy no ha venido a visitarme. Lo echo tanto de menos. Te echo tanto de menos a ti... La Navidad es una fecha en la que nadie debería estar solo y menos voluntariamente. Echo la vista atrás y me duele. Miro hacia atrás y siento pánico, no quiero que me alcance la sombra de la tristeza, pero ya es tarde, ya lo ha hecho. no me parece justo estar en esta situación, pero tampoco lo es deseárselo a nadie. Mal de muchos, consuelo de tontos. Tal vez sea por eso que todos se reúnen para pasar así el mal trago. Tontos o no, sonríen. La felicidad es hipócrita porque sólo viene a visitarte un rato, para luego dejarte con la miel en los labios.
¿Se puede anhelar lo que nunca se ha tenido? ¿Cómo luchar contra algo que no se sabe bien que es? ¿Y si lo has tenido y no te has dado cuenta? Creo que eso es lo que me ha pasado a mi, que nunca sé reconocer las cosas, aunque las tenga delante.
Paseo solo y sólo paseo. Simplemente paseando, pretendo pasar esta fatídica noche. Camino sin rumbo ni dirección, esperando mitigar la pena que aumenta por momentos. Un estruendoso silencio me inunda para redundar en el jolgorio permanente que se desprende de las bocas de los otros. Los que me miran, los que se creen felices.
Anhelo el alba, porque de día las heridas duelen menos y cesa el desangro. Es algo inexplicable, pero siempre ocurre así, como cuando estás enfermo y al llegar la noche te sube la fiebre. Sencillamente es algo inexplicable, pero es así, como el hecho de que yo esté sólo hoy. De nuevo inexplicable, pero es así. Tal vez perdí la partida de póker que jugué con la suerte. Tal vez me alié con el bando equivocado. Tal vez no exista la buena ni la mala suerte y las cosas sean simplemente porque sí. Es algo tan incomprensible como inaceptable, no deberían pagar justos por pecadores... Nadie debería pasar las Navidades sólo. Me gustaría tener el poder de dominar el tiempo, de poder ir hacia atrás o hacia delante. Me gustaría que las manecillas del reloj me obedeciesen como siervos. Me gustaría, me gustaría...
Estoy harto de esconderme en lo que me gustaría sin luchar por lo que de verdad podría ser.
Me pregunto si seguirás en casa. Aquella, la que fue nuestra. Donde nos amamos y quisimos hasta que todo acabó. Donde la indiferencia de dos cuerpos extraños en una misma cama hizo mella en nuestras vidas.
Tengo la nariz congelada por el frío pero aun así, parece que estés cerca. Percibo tu olor. Lo recuerdo y lo anhelo en el cuerpo de otra gente. Meros envoltorios de pasión momentánea. La pasión es temporal, como la felicidad. Hipocresía conjunta que no dura más que un instante. Como la tuya y la mía. Como tú y como yo. Sentir amor es muy fácil, pero que difícil es expresarlo. Nunca se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde. Yo lo hice mucho antes, pero encerrado en mi egocentrismo, nunca llegué a pensar que pudiera perderlo. El egoísmo nos hace débiles y el orgullo cobardes. La soledad no hace más que humillarnos, recordándonos lo egoístas y débiles que hemos sido. El arrepentimiento es la penitencia. La penitencia es el precio que hay que pagar para que se nos perdonen los pecados. Los que hemos cometido, nunca se perdonan. Se quedan tatuados en la piel, en el pecho, en el alma... Tatuajes de amor eternos. Pecados sin redención. Ni siquiera el fuego del infierno consigue hacerte olvidar el frío que provoca el vacío del amor. No sé si tengo fuerzas para intentarlo, vivo absorto en mis propios pensamientos.
Siento un golpe en el pecho, una presión. Nunca pensé que el amor doliese tanto... Siento un estallido en mi cuerpo. Mis órganos se retuercen como si de un baile de máscaras se tratase. La velocidad con que bombea la sangre mi corazón, cambia frenéticamente. Noto como pasa del vértigo a una pasividad absoluta. Apenas se mueve, pero ni aun así, he dejado de quererte.
Abro los ojos y veo que sigo rodeado. Todo está nublado a mi alrededor. Caras deformadas que no consigo encuadrar, sin entender muy bien por qué. Me duele todo el cuerpo. El frío hiela cada una de mis articulaciones, pero es extraño, porque a la vez estoy sudando. No entiendo nada. No entiendo por qué no estás aquí, por qué estoy solo. Ni por qué me duele todo el cuerpo y mi sudor se ha enrojecido. Acabo de despertar tirado en el suelo, estoy tirado en medio de una carretera y sudando rojo. Cuando me dijeron que el amor puede matarte nunca pensé que fuese cierto. Me desangro. Estoy tirado en la calle como un perro, me estoy desangrando y la gente me rodea, pero nadie hace nada para evitarlo. Observan desde una cercana lejanía, la distancia de la indiferencia. Las sonrisas se han vuelto confusas, los villancicos ahora son gritos estridentes que me envuelven, mientras me doy un baño en un charco de sangre. Me baño en mi amor mientras te anhelo. Me invade un estruendoso silencio. La noche se vuelve aun más oscura y fría. Tirito, como cuando nos bañábamos juntos en invierno. Ahora me baño, pero sólo.
No era cierto. No quería estar solo, pero me daba miedo que lo quisieses estar tú. Nunca fui amigo de las despedidas, por eso me fui sin avisar. Estoy debajo de un coche y la gente grita y llora a mi alrededor, pero tu no estás aquí. Una vez más, siento que no estoy en el sitio adecuando ni en el momento apropiado. Siempre a destiempo. Me gustaría que estuvieses aquí para poder decirte de una vez por todas lo que te he querido lo que te sigo queriendo. Desde la multitud alguien me hace gestos. Sueño que eres tú. Lo deseo, pero me equivoco. Alguien vestido de negro y a quien no puedo verle la cara me pide que le acompañe. Me pongo de pie y le sigo. El dolor ha desaparecido. A mi alrededor parece que todo se haya quedado paralizado. Como si se hubiese detenido el tiempo. El extraño me hace un gesto y miro atrás. Veo mi cuerpo, que yace en el suelo. Inerte. Sin vida. Ahora si que se acabó. Dejo de sentir frío, dejo de sentir miedo, sencillamente dejo de sentir... A pesar de todo, me gustaría que estuvieses aquí conmigo para empezar de nuevo juntos. Pero esta vez es imposible. No hay vuelta atrás. Me hubiese gustado decirte que te quiero, desearte una feliz Navidad. Me hubiese gustado decirte tantas cosas, pero tenía tan pocas palabras... Es una pena que las palabras no puedan comprarse en el supermercado como se compra un kilo de filetes. La vida sería mucho más fácil para todos si así fuese. La vida sería mucho más fácil para los que la tengan, porque ese ya no es mi caso. Hoy es veinticuatro de Diciembre y estoy sólo. Estoy más solo que nunca. Es la primera Navidad que paso sin mi familia, y acabo de darme cuenta que también será la última.
La multitud me rodea, pero nunca en mi vida me he sentido tan solo. Miradas anónimas me apuñalan con sonrisas que no consiguen desangrar mi tristeza. Cada abrazo, cada beso, cada muestra de júbilo me hace daño. Me hace daño pero no me mata, que es lo que me gustaría, solo me tortura. Quiero dejar de sufrir, al menos hoy. Al menos por esta noche. Aunque sea durante un rato. Me siento como aquel animalito indefenso que ha sido batido en caza y se desangra mientras el perro de su verdugo, ladra alrededor, esperando que su dueño llegue para darle fin. Esos minutos son extensos, eternos, infinitos... como esta noche. La angustia es dolorosa porque el dolor es angustioso. Simbiosis maligna. Siameses separados al nacer para volver a unirse en lo que yo creo que es el morir.
Parece que aprieta el frío. La multitud me rodea. Su alegría me recuerda que la mía me ha abandonado. No se cuando, ni en qué momento, pero lo ha hecho. El amigo felicidad hoy no ha venido a visitarme. Lo echo tanto de menos. Te echo tanto de menos a ti... La Navidad es una fecha en la que nadie debería estar solo y menos voluntariamente. Echo la vista atrás y me duele. Miro hacia atrás y siento pánico, no quiero que me alcance la sombra de la tristeza, pero ya es tarde, ya lo ha hecho. no me parece justo estar en esta situación, pero tampoco lo es deseárselo a nadie. Mal de muchos, consuelo de tontos. Tal vez sea por eso que todos se reúnen para pasar así el mal trago. Tontos o no, sonríen. La felicidad es hipócrita porque sólo viene a visitarte un rato, para luego dejarte con la miel en los labios.
¿Se puede anhelar lo que nunca se ha tenido? ¿Cómo luchar contra algo que no se sabe bien que es? ¿Y si lo has tenido y no te has dado cuenta? Creo que eso es lo que me ha pasado a mi, que nunca sé reconocer las cosas, aunque las tenga delante.
Paseo solo y sólo paseo. Simplemente paseando, pretendo pasar esta fatídica noche. Camino sin rumbo ni dirección, esperando mitigar la pena que aumenta por momentos. Un estruendoso silencio me inunda para redundar en el jolgorio permanente que se desprende de las bocas de los otros. Los que me miran, los que se creen felices.
Anhelo el alba, porque de día las heridas duelen menos y cesa el desangro. Es algo inexplicable, pero siempre ocurre así, como cuando estás enfermo y al llegar la noche te sube la fiebre. Sencillamente es algo inexplicable, pero es así, como el hecho de que yo esté sólo hoy. De nuevo inexplicable, pero es así. Tal vez perdí la partida de póker que jugué con la suerte. Tal vez me alié con el bando equivocado. Tal vez no exista la buena ni la mala suerte y las cosas sean simplemente porque sí. Es algo tan incomprensible como inaceptable, no deberían pagar justos por pecadores... Nadie debería pasar las Navidades sólo. Me gustaría tener el poder de dominar el tiempo, de poder ir hacia atrás o hacia delante. Me gustaría que las manecillas del reloj me obedeciesen como siervos. Me gustaría, me gustaría...
Estoy harto de esconderme en lo que me gustaría sin luchar por lo que de verdad podría ser.
Me pregunto si seguirás en casa. Aquella, la que fue nuestra. Donde nos amamos y quisimos hasta que todo acabó. Donde la indiferencia de dos cuerpos extraños en una misma cama hizo mella en nuestras vidas.
Tengo la nariz congelada por el frío pero aun así, parece que estés cerca. Percibo tu olor. Lo recuerdo y lo anhelo en el cuerpo de otra gente. Meros envoltorios de pasión momentánea. La pasión es temporal, como la felicidad. Hipocresía conjunta que no dura más que un instante. Como la tuya y la mía. Como tú y como yo. Sentir amor es muy fácil, pero que difícil es expresarlo. Nunca se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde. Yo lo hice mucho antes, pero encerrado en mi egocentrismo, nunca llegué a pensar que pudiera perderlo. El egoísmo nos hace débiles y el orgullo cobardes. La soledad no hace más que humillarnos, recordándonos lo egoístas y débiles que hemos sido. El arrepentimiento es la penitencia. La penitencia es el precio que hay que pagar para que se nos perdonen los pecados. Los que hemos cometido, nunca se perdonan. Se quedan tatuados en la piel, en el pecho, en el alma... Tatuajes de amor eternos. Pecados sin redención. Ni siquiera el fuego del infierno consigue hacerte olvidar el frío que provoca el vacío del amor. No sé si tengo fuerzas para intentarlo, vivo absorto en mis propios pensamientos.
Siento un golpe en el pecho, una presión. Nunca pensé que el amor doliese tanto... Siento un estallido en mi cuerpo. Mis órganos se retuercen como si de un baile de máscaras se tratase. La velocidad con que bombea la sangre mi corazón, cambia frenéticamente. Noto como pasa del vértigo a una pasividad absoluta. Apenas se mueve, pero ni aun así, he dejado de quererte.
Abro los ojos y veo que sigo rodeado. Todo está nublado a mi alrededor. Caras deformadas que no consigo encuadrar, sin entender muy bien por qué. Me duele todo el cuerpo. El frío hiela cada una de mis articulaciones, pero es extraño, porque a la vez estoy sudando. No entiendo nada. No entiendo por qué no estás aquí, por qué estoy solo. Ni por qué me duele todo el cuerpo y mi sudor se ha enrojecido. Acabo de despertar tirado en el suelo, estoy tirado en medio de una carretera y sudando rojo. Cuando me dijeron que el amor puede matarte nunca pensé que fuese cierto. Me desangro. Estoy tirado en la calle como un perro, me estoy desangrando y la gente me rodea, pero nadie hace nada para evitarlo. Observan desde una cercana lejanía, la distancia de la indiferencia. Las sonrisas se han vuelto confusas, los villancicos ahora son gritos estridentes que me envuelven, mientras me doy un baño en un charco de sangre. Me baño en mi amor mientras te anhelo. Me invade un estruendoso silencio. La noche se vuelve aun más oscura y fría. Tirito, como cuando nos bañábamos juntos en invierno. Ahora me baño, pero sólo.
No era cierto. No quería estar solo, pero me daba miedo que lo quisieses estar tú. Nunca fui amigo de las despedidas, por eso me fui sin avisar. Estoy debajo de un coche y la gente grita y llora a mi alrededor, pero tu no estás aquí. Una vez más, siento que no estoy en el sitio adecuando ni en el momento apropiado. Siempre a destiempo. Me gustaría que estuvieses aquí para poder decirte de una vez por todas lo que te he querido lo que te sigo queriendo. Desde la multitud alguien me hace gestos. Sueño que eres tú. Lo deseo, pero me equivoco. Alguien vestido de negro y a quien no puedo verle la cara me pide que le acompañe. Me pongo de pie y le sigo. El dolor ha desaparecido. A mi alrededor parece que todo se haya quedado paralizado. Como si se hubiese detenido el tiempo. El extraño me hace un gesto y miro atrás. Veo mi cuerpo, que yace en el suelo. Inerte. Sin vida. Ahora si que se acabó. Dejo de sentir frío, dejo de sentir miedo, sencillamente dejo de sentir... A pesar de todo, me gustaría que estuvieses aquí conmigo para empezar de nuevo juntos. Pero esta vez es imposible. No hay vuelta atrás. Me hubiese gustado decirte que te quiero, desearte una feliz Navidad. Me hubiese gustado decirte tantas cosas, pero tenía tan pocas palabras... Es una pena que las palabras no puedan comprarse en el supermercado como se compra un kilo de filetes. La vida sería mucho más fácil para todos si así fuese. La vida sería mucho más fácil para los que la tengan, porque ese ya no es mi caso. Hoy es veinticuatro de Diciembre y estoy sólo. Estoy más solo que nunca. Es la primera Navidad que paso sin mi familia, y acabo de darme cuenta que también será la última.
Escrito por Miguel G.
4 comentarios:
Interesante relato y sobrecogedor, donde la muerte y la pedida del amor se alían para que la soledad aún sea más dura. Gracias por compartirlo con todos.
Javier Sedano
Muy buen relato en el que refleja la realidad de estas fechas, la soledad, la hipocresia, la tristeza...
La verdad es que es muy bueno, a mi me ha encantado, sobretodo porque me ha hecho pensar...........Gracias
Marta Morgado
Muy bueno la verdad. Me ha gustado mucho sobretodo porque me ha hecho pensar.............Gracias
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