martes, 16 de junio de 2009

Entrevista a Tomás Ortiz II

Entrevista sobre Contactos:

- ¿A qué contacto de los que aparecen en el relato contestarías?
Si es por morbo literario, a todos. Si es para lo que se supone que es, a ninguno. Pero te diré que hay uno de ellos que es real, de hace muchos años: "Virgen de veinte años busca espíritu santo que lo eleve a la gloria".

- ¿Te has planteado a lo largo de tu vida dejar un mensaje en una página de contactos?
Alguna vez, pero nunca lo hice. Lo que me resulta inevitable es leerlos, siempre encuentras pequeñas historias que crecen en mi cabeza. Creo que hay pocas cosas tan evocadoras como una greguería o un mensaje de contactos.

- ¿Desde que escribiste la novela piensas que ha habido una evolución en la utilización de los teléfonos de contacto?
Creo que ya se utilizan poco esas líneas, ahora estos temas se solventan por Internet, imagino.

- ¿Piensas que nuestro principe azul se reduce a un Frankestein particular?
Partiendo de la base de que el hombre perfecto (al menos el que nosotros consideremos perfecto) no existe, está claro que la única forma de encontrarlo es cogiendo de aquí y de allá lo que más nos guste. O tal vez, y quizás más sano, ser consciente de que no existe y poner los pies en la tierra.

- ¿Cuál de las escenas sexuales del relato no te importaría llevar a la práctica?
¿Y quién te dice que no he llevado todas a la práctica? (Risas) En realidad, no recuerdo muy bien las escenas de sexo, pero seguro que la más convencional es la que le iría mejor a mi maltrecho organismo.

- ¿Con cuál de los personajes no te importaría tener algún lío?
Con Alejandro, el último al que conoce. Creo que, con diferencia, es el más sincero y natural.

- ¿Le has contado algo importante a alguien que no conocías de nada?
Sí. A veces, cuando uno conoce a alguien y siente una cercanía tan potente, tiende a sincerarse, aunque no lo conozca de nada y posiblemente no vuelva a verlo. Si además uno está pasando por un momento crítico y no hay nadie más a mano, cualquier oído es bueno para desahogarse.

- ¿Cuál es el piropo más extraño que te han dicho?
"¡Qué soso eres!" Fue el primer piropo que me echó alguien con quien llevo viviendo seis años.

- ¿Prácticas el amor con todo el cuerpo?
El amor es un trabajo mental y el sexo es un trabajo físico. A veces uno hace trabajos físicos que implican una gran concentración; o trabajos mentales que exigen una parte de fuerza física.

- ¿Has visto alguna vez una polla de 30 centímetros?
Es posible. Y me parece muy poco estético, la verdad.

- ¿Prefieres maduritos o jovencitos?
Prefiero gente de mi edad, a las pruebas me remito.

- ¿Has cruzado alguna vez la barrera?
Cuando uno es joven y piensa que todo está por hacer, quizás cruzas la barrera, a veces incluso sin ser consciente de ello, más que nada por probar que eres capaz. La ignorancia te hace valiente y, la valentía, temerario. Creo que es una edad en la que hay que arriesgarse para aprender.

- ¿Te gustaría hacer el amor con música clásica?
Eso sí lo he hecho alguna vez. Creo que para una buena sesión tranquila y relajada, lo mejor es música del barroco o clásica. Y para un polvo desatado y furioso, nada mejor que "El pájaro de fuego", de Stravinski. Sin dobles sentidos, ¿eh?

- Continúa la frase: Ha sido una gozada,....Nunca he disfrutado tanto. Es lo que se suele decir cuando uno pretende que haya al menos una segunda vez, aunque en realidad estuvieras tan nervioso que ni te has enterado.

- ¿Has echado en falta alguna pregunta? ¿Qué habrías contestado?
¿Por qué una novela con una carga erótica tan grande? Mis novelas siempre tienen cierta carga erótica, pero en este caso, y sólo en este caso, creo que el protagonista es el sexo. Se trata de un encargo de la editorial, que entendió que me manejaba bien en el terreno, después de que muchos opinaran que las escenas sexuales de "Te esperaré" eran las más morbosas de cuantas se habían publicado hasta ahora. Creo que supe volcar todo ese morbo en estas páginas, pero que la novela adolece de cierta vacuidad precisamente porque no están inmersas en una historia profunda y apasionante. Ahí comprendí que un determinado fragmento de una novela cobra vida sólo dentro de ella: que un diálogo puede ofrecernos la solución de todo un conflicto presentado en una obra, pero que leído por separado quizás no dice nada.

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